miércoles, 10 de julio de 2019






Del verano a la seronda.



El pintor Hugo O´Donell, con tres ideas, describió la actualidad del mundo rural y su futuro, nunca a largo plazo. Escribe que del mundo rural de entonces ( siempre en la vida hay un adverbio de tiempo por el medio) sólo quedan tres características: el colorido propio de las estaciones, el canto de los pájaros y el silencio de la noche. Un certero resumen porque  nuestras aldeas  cada vez están más cercadas por una feraz naturaleza donde anidan las pegas que roban, golfas, los huevos de los malvises.  Y como no hay perros que ladren a la luna porque ahora duermen en la casa, con los dueños, el silencio, como diría Blas de Otero, ahoga la voz en el vacío inerte. Sin embargo, aún restan alguna labores de siempre que se mantienen como testimonio de lo que fue el durísimo trabajo de aquel mundo rural y que era sinónimo de supervivencia.  El primero de ellos es la recolección de la yerba con sus saberes y aromas tan especiales, según estado de curación: del "tender" la hierba   pasamos a los burraxos que son los que adelantan la curación imprescindible  para amontonar o empacar y apilar posteriormente  en el payar. La otra actividad que recuerda aquellas caminatas de horas, camín del puerto,  era la subida del ganado a los pastos de altura en junio arriba hasta que la nieve apriete en la seronda; y aunque se mantiene en la actualidad dicha costumbre, sin embargo lo que antes eran madrugones y caminatas de horas en mulos o andando para controlar el estado de los ganados, ahora se resuelve con una hora de automóvil. Y como antes, aunque con menos exactitud, la toponimia y los cencerros son el GPS que orientan, en esos parajes tan uniformes,  al ganadero  cuando la niebla espesa desdibuja cualquier referencia a los puntos cardinales. Es lo que queda hasta que  los drones sustituyan a los pocos paisanos que todavía transitan los senderos que siempre conducen a Roma, como todos los demás. Y pese a todo este mundo rural que lenta y trágicamente desaparece, como aquella Vetusta de Clarín y sus habitantes que  siguen durmiendo la siesta para resolver una apacible digestión, igual ahora con tanto funambulista de la palabra como tenemos en la política actual.

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