Del verano a la seronda.
El pintor Hugo O´Donell, con tres
ideas, describió la actualidad del mundo rural y su futuro, nunca a largo
plazo. Escribe que del mundo rural de entonces ( siempre en la vida hay un
adverbio de tiempo por el medio) sólo quedan tres características: el colorido propio de las estaciones, el
canto de los pájaros y el silencio de la noche. Un certero resumen porque nuestras aldeas cada vez están más cercadas por una feraz
naturaleza donde anidan las pegas que roban, golfas, los huevos de los
malvises. Y como no hay perros que
ladren a la luna porque ahora duermen en la casa, con los dueños, el silencio,
como diría Blas de Otero, ahoga la voz en el vacío inerte. Sin embargo, aún restan
alguna labores de siempre que se mantienen como testimonio de lo que fue el
durísimo trabajo de aquel mundo rural y que era sinónimo de supervivencia. El primero de ellos es la recolección de la
yerba con sus saberes y aromas tan especiales, según estado de curación: del
"tender" la hierba pasamos a los burraxos que son los que
adelantan la curación imprescindible
para amontonar o empacar y apilar posteriormente en el payar. La otra actividad que recuerda
aquellas caminatas de horas, camín del puerto, era la subida del ganado a los pastos de
altura en junio arriba hasta que la nieve apriete en la seronda; y aunque se
mantiene en la actualidad dicha costumbre, sin embargo lo que antes eran
madrugones y caminatas de horas en mulos o andando para controlar el estado de
los ganados, ahora se resuelve con una hora de automóvil. Y como antes, aunque
con menos exactitud, la toponimia y los cencerros son el GPS que orientan, en
esos parajes tan uniformes, al ganadero cuando la niebla espesa desdibuja cualquier
referencia a los puntos cardinales. Es lo que queda hasta que los drones sustituyan a los pocos paisanos
que todavía transitan los senderos que siempre conducen a Roma, como todos los
demás. Y pese a todo este mundo rural que lenta y trágicamente desaparece, como
aquella Vetusta de Clarín y sus habitantes que siguen durmiendo la siesta para resolver una
apacible digestión, igual ahora con tanto funambulista de la palabra como
tenemos en la política actual.
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