En este instante, breve y duro instante,
¿dónde el deseo, avispa de las miradas? ¿Será verdad
lo que me grita el silencio que nunca lo es, insolente?
Que me deje de
nombres y evite la escondida
senda del tacto y sus mordidas, en sangre,
es su demanda.
¿Y las palabras?
Sí, quedan las palabras. Su aroma, el soterrado perfume
que las viste de amorosa
variedad, la sutil mariposa como un corazón.
¡Las palabras!
Son el camino, el Moisés
del mar o del amor,
las que exploran
las sombras
que nos regalan como frutos
de la edad, nunca
tardía. Son los trucos
del reloj que
llevamos para pensarnos cuando
hurgamos, ciegos,
en las ruinas
que habitan las telas de mi inteligencia.
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