El adverbio.
Con el alba, en el balbuceo del amanecer,
sin aprendizaje alguno, estás incrustado
en el alma:
espacio y tiempo arrullándonos
en silencio, obviando las miradas. Lo mismo que un
pecado.
Y si largo el camino -¡cuanto más largo!- como escudero
de las contradicciones de paloma
con pluma de gavilán, eres exacto y puntilloso o acerado
para la pústula del amor, el remordimiento :
un adverbio de azul,
mi patrimonio de coral en el dedo corazón,
me retiene en la esperanza
del vivir como recurso principal. Cualquiera
sea, es rotundo en el lagrimeo y te obliga
a volver y cifrar los deseos
en el silencio que habla con tu oscuridad.
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