Almas de agua y laurel: AGUA NEGRO.
Ay, María y tu ámbito, negro como un
terror infantil; tu alma de cristal, transparente, es fractal por
las palabras de la bestia indómita, tu hijo, que te hace
dueña de tanto dolor como
atesora un maternal regazo; inasequible, además, a las heridas
y sin cauterizar, la esperanza, María, era un futuro de
luz cuando un sorbin de lágrimas buscaba el amor que rompía
tu corazón.
¡Lo pensabas tú!
Y como
siempre, sin embargo, te niegan la identidad y la ternura.
Hacen contigo
el mandil
arrugado por la miseria y el hambre, una harapo, la bayeta en su albañal.
Sólo aguardan,
acechan y recechan. No te dejan vivir. Te ratean el aire y ni siquiera
los ojos hacen de
ti una propiedad: hasta las imágenes se ríen de tu ingenuidad.
Nada te pertenece.
Su violencia te sisea hasta las migas del pan, y en tu casa,
arrumbada, por
fuera, te hacen ese perro de la calle,
abandonado, perdido, flaco y sucio,
con el hocico gastado de rebuscar en las
basuras y el lomo herido de dormir al
descubierto …[1]en palabras de David Trueba que te
regalo como prueba
del recuerdo de lo
que ellos fueron por siempre y tu conmigo, hoy.
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