Mis topónimos
impotencia, estación de
viacrucis con sus cirineos o peldaños de vida contra la muerte y su improvisada
sonrisa para ser la presencia infinita. En este ínfimo espacio, las bocas que
fueron en tiempos son la mía cuando hago con su nombre por herencia y la sangre
que los conmina a ser recuerdo, esquinas de la vida. Fitónimos hijos del agua o
hidrónimos, que riegan tantos epónimos, son alma y resumen de codicias hasta
nuestros días que se repiten como victoria contra el tiempo: Ramoniz y Les
Meloneres, cual curva de Litordo ¿en qué
boca fue su primer balbuceo? Como la mía y mañana, un paisaje y los colores del
orpín, un corazón hecho alfombra en las nubes de papel, anónimo y para siempre,
como ahora.
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