En Quevedo.
… y
no halle cosa en qué poner los ojos
Todo
es corrupción y belleza en las ruinas de
la
inteligencia: olisquear el proceso que
propicia el silencio
cuando
los muros pierden los dientes por la edad
y la flacidez de las encías, es regocijo de la
tiranía:
el
camino más corto para el nepotismo de la mentira,
la ruta del poder que se alimenta del
miedo y
la indiferencia. ¡Tanta anatomía para un
esqueleto
que
se muere por la acción de los deshielos
que
convoca tanta ruindad como gobierna
la
historia de este país, España, con alma de lapin.!
Sin
sombras en los campos, trillados por la necedad y
su
imaginación, el cuerpo de la miseria con el nombre
de
Caín ramonea en los brotes que son fuegos y
almas
en tiempos de Torquemada: esbirro de la piedad,
despojos
y cárcel son las cuentas de su rosario.
Siempre
fugitivos, ahogados por el aire y la palabra,
con
raíz en la impotencia que marchita los
paisajes
y sus horizontes, frontera de la nada,
hacemos
torva la mirada y en campana de cristal,
vivimos un circo de lágrimas con
carpa de cínicos
que
hacen suya la madre y maestra mía, la triste,
espaciosa
España: terracota mal cocida por el fuego
del
futuro que nace sin pasado y carece de
mañana.
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