Las dos Españas, sin remedio, nos helarán el corazón.
LAZARILLO
¡Aquel
niño! Aprendiz de español, prófugo de la inocencia y
fruto
de la maldad que engendra la miseria y
el hambre de sus amos,
recorres España , la historia y sus puntos
cardinales, las trochas
de
las mentiras fruto de la mezquindad en
el camino a la madurez.
Mi
Lázaro, Lazarillo, hurgas las entrañas de los vampiros
cuando
tras el ansia infantil, recabas su vesania, la inquina y
avaricia
como madre de sus almas: juguetes
insaciables, son
padres
del expolio, succionan en silencio la sangre, rotos
por
la pasión. Perros de presa para el
silencio que vive en la cruz
del
día sin pan sin centeno en el hielo sin amor, son hijos
del
euro sin dolor, ajenos al cinismo de la
vida y sus partos
con
plegarias de impotencia: saben de la
ropa oscura que viste
la
democracia cuando nos llega el halo de tu inocencia.
Ya ni
el calor de la cama para tanta deshonra como nos peina
cuando
nos hablan de impuestos, sonrisas y
lágrimas: flácidos
en
sus partes por tanto gozo en las sisas, pavonean sus mentiras
como
simples escuderos que limpian, cánidos, la sonrisa con
el
polvo de sus creencias: matemos a la
gente y ande yo caliente.
Nos
queda, sin embargo, tu espíritu de lucha, sin recursos que arañar,
para
sostener la dignidad. Y del ámbito en
suerte que nos
toca vivir,
son cuatro ríos y diez picachos con cuatro árboles
quienes
acogen los sorbos del cáliz que nos ofrece la rabia
por
la indecencia del Rajoy y su corte de pícaros, grajos
sin
color y familia: dráculas del dolor en la historia que se repite,
por
siempre para siempre, en el alma con tu nombre, Lázaro:
he
aquí a tus hijos, úngenos de paz y cómete, por dios, las uvas de la ira.
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