¿Qué fue la transición en este país, España, si no una histérica liberación sexual como remedio al analfabetismo tan arraigado y profundo de nuestra sociedad? Con tus señas de identidad y las secuelas correspondientes en el alma, eres el retrato perfecto para el viaje a ninguna parte.
Analfabeta
Analfabeta del amor, de los nombres de tu cuerpo
ya nadie recuerda ni se acuerda. Y opacos
tus sentidos, no
son espejo ni figura.
De ninguno queda huella ni rastro del montón
de palabras que me
costó entrar en la pirámide
de tu corazón:
roca de papel sin reciclar,
fue aquello un
viaje sin tinta, paisaje
sin figuras con
manos de metal para su escritura.
Todo lo más,
bendita, si algo en la memoria,
la muesca del
recuerdo con tu nombre
en la culata de
una sonrisa, cual revolver
arrumbado en el
desván de la memoria.
Herrumbroso y
desvencijado, en falta
la identidad de
unos dedos, serás nada
de nunca y menos del
mañana. Y si no
lo sabes, cielín, das pena: más vale que cambies
cada esquina de tu
cuerpo por un kilo de ternura.
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