lunes, 15 de agosto de 2016

Arguelles fue un político asturiano del Ss. XIX que estuvo exiliado en Londres. Por medio de Nadia, la limpiadora rusa que está en Oxford trabajando, me llega este romance sencillo que se encontró en la biblioteca de esa universidad entre un fajo de papeles que una filóloga española, hija de un comunista exiliado en Rusia por la guerra civil española, desempolvó.  Digitalizados, Nadia me lo remite para mi consideración.  



Carrapiellos

Allí  cantabanlu todos,
Incluidos los pequenos
Cuando de escuela venían
Saltando por los senderos.

Recibieronlu de boca,
De boca de los abuelos
Que lu supieron de siempre
De  boca de sus ancestros.

El casu ye que la historia
Pasaba de los veneros
A les fuentes  que nel pueblu
Alivian a los sedientos:
A los que tienen memoria
Y sentaos nos tayuelos
Calecen al pie del llar
Al mor siempre del fuego.

Alli taba la guelina
Con la historia pa los nietos
Mientras quel guilu  dejaba
Al garabetu bien puestos
Los dientes que le faltaban,
Rotos en aquellos cuestos.

Y mientras la guela yos daba
Farines paquella cena
Cantaba llena de pena
Con sones de la alcazaba:

Ella yera una cristiana
De los montes de Muñon,
Pariente de aquellos condes
Del castillo de Gozón.
Tenía, pues, buen linaje
Y mejor el corazón.
Yera el caprichu del padre
Yera pa él una flor.
Y yera  la voz que tenía
El canto del ruiseñor.

La desgracia vino sola
Por el río del Pontón
Con los barcos que llegaron
De aquel  moro,el muy traidor, 
Que buscaba les manzanes
Pa les tartes del señor.

Cuando   llegó sigilusu
Al rabión Santumaero
Que nun dejaba pasar
Ni les truches más cimero,
Pensó que perdía el día
Sin botín como pretexto.

Cuando taba cavilando
Y casi desengañeu,
Vio cruzar medio asusteu
Una sombra  caminando.

Mandó a los sus soldados
Traela  ya, de inmediato
Pa llevala, como fuera,
De prueba pal califato:
Sabía de los caprichos
Del Alaken, el hijastro,
Por las mujeres del norte,
Las de Muñón sin recato.

Y como taba en la esquina
Un primu de la doncella,
Garraronlu pa con ella
Pa nun sentise solina.

Un nietucu saltarín
Con les farines na boca,
Preguntai a la so guela
Por el nombre de la moza.

Llamabase, la prubina,
En cristiano y por ahora
¡ay! Sonia la de Gozón,
Princesa de muncha monta:
Con  ojos de caramelo
Y los manos de cristal,
Y con la risa en los dientes,
Yera digna de mirar.
El primu que foi con ella
En el barco,por la mar,
Yera tambien  agraciéu
Como el frisnu del Cordal.
Y llamabase Josín,
De talla más que normal.

Ya en  tierra de sarracenos,
Con el calor del verano,
Según dice la leyenda,
Entraron en el palacio
Con la tristeza en los ojos
Y con la suerte en los manos:
Con el correr de los días
 Que van faciendo  los años,
 decíase  nes leyendes
que trajeron los soldaos
que allí dejáronlos ser,
por méritos  persobraos,
 los príncipes del amor,
modelo de enamorados.

Pasaron penalidades
Y supieron ser esclavos
Como los fuertes y  bravos
Que vencen dificultades.

Supieron en el  palacio
Navegar les torrenteres
Con el genio de asturianos
Y superando les penes.

 Foi él quien salvó al califa
En la oración de los jueves
Del acero de un traidor
Vendíu a los nuestros reyes.
Desde entonces fue la sombra,
Tan segura como siempre,
Que tenía que cruzar
El camino de la muerte
Pa llegar al corazón
Del príncipe berebere.
Llegó a ser el  capitán
De la guardia de los siete
Que pagaban con  la vida
Si por desgracia ocurriese
Lo que munchos deseaban
Por les envidies internes:
Quitar al padre del medio
Pa  poner al hijo imberbe.

Lo único que pedía,
Pa compensar  el peligro,
Era tener en sus ojos
La sombra, como testigo,
Del  amor,  un clavo ardiente,
De la paz el enemigo:
Soni tenía de nombre
Y ella era el motivo
¡Ay ¡de tantas osadías
Como pedía el destino.

Y cuenta la tradición
Que Josín y Sonia fueron,
En Córdoba la lejana,
Las torres de muchos vientos
Para un amor sin palabras
En los estribos del tiempo,

Tan breve como un suspiro
 Tan suave como un recuerdo
Tan fuerte como el abrazo
Que para morir se dieron.

Están en la tumba xuntos
Por siempre ambos parejos.

Fue entonces cuando la guela,
Casi llorando, tapaba
El cuerpín del so nietucu
Que ya en la fueya soñaba
Que los barquinos de oro

Tenían remos de plata.

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