Un homenaje a esta lengua patrimonial nuestra que vive en la tormenta intespestiva que nos maltrata.
X A R A Z Á
Un cuerpo aterido. El señuelo y un alma de algodón. El
murmullo
del viento con frío y el granizo atemperando la ira del corazón:
en el camino, por un instante, un nombre para un paraje
y esa sangre fluida para el recuerdo en aquella xarazá.
Imprevista
y oculta a los ojos de la razón,
llega y
me empapa de los que fueron aquí,
en el
momento, antes que yo y la sufrieron y la hicieron
palabra
que anida donde otras, en su compañía,
como
acervo del pasado con rescoldos del amor.
Como xanzaina
y cientos más que son latín con toques
de imaginación; me
llegan y pasan como las nubes
que respiran agua como las sombras del viento. Siempre
estuvieron. Arrebujadas en el silencio, son
fuego con hambre en
el llar cuando la noche
abriga con su calor la salmodia del calecer.
Y seguirán y harán
tiempo para ser mañana
hasta la lentitud que se esconde en labios con
sabor a miel.
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