Un aire habitado.
Aquí
en Reconcos, en plenitud de soledad con
mis palabras y los colores, busco
los rincones donde alguna astilla lleve
el nombre o la sangre o las risas o el tacto que me sirvan para una esquina de
la biografía contra el tiempo y la
parsimonia del vivir: te espero como si no fueras; revuelvo y rebusco para insistir mi existencia con la ausencia
tuya que me atenaza para que tanto olvido no sea leyenda. Para que las aguas que corren
por nuestros dedos, nunca sean estancas en las olas sin nombre que
llegan del horizonte.
Sí.
Aquí y ahora, en Reconcos, donde reposan
los frutos y las almas hilvanadas por
las vidas sin miradas que me precedieron, desde siempre hasta ahora; aquí, en Reconcos, me dan vida y
presencia tantos árboles que sonríen cuando me transitan con las brisas y
el silencio que me regalan: aprendida su lección, el invierno y sus primaveras
hacen conmigo los ancestros que fueron
en las vocales del hórreo: contra los
elementos, para mí una pizca del saber que
da aliento al amor con las sombras del vivir, y
la memoria de sus nombres en la despensa del corazón.
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