Arguelles fue un político asturiano del Ss. XIX que estuvo exiliado en Londres. Por medio de Nadia, la limpiadora rusa que está en Oxford trabajando, me llega este romance sencillo que se encontró en la biblioteca de esa universidad entre un fajo de papeles que una filóloga española, hija de un comunista exiliado en Rusia por la guerra civil española, desempolvó. Digitalizados, Nadia me lo remite para mi consideración.
Carrapiellos
Allí cantabanlu todos,
Incluidos los
pequenos
Cuando de escuela
venían
Saltando por los
senderos.
Recibieronlu de
boca,
De boca de los
abuelos
Que lu supieron de
siempre
De boca de sus ancestros.
El casu ye que la
historia
Pasaba de los
veneros
A les fuentes que nel pueblu
Alivian a los
sedientos:
A los que tienen
memoria
Y sentaos nos
tayuelos
Calecen al pie del
llar
Al mor siempre del
fuego.
Alli taba la
guelina
Con la historia pa
los nietos
Mientras quel
guilu dejaba
Al garabetu bien
puestos
Los dientes que le
faltaban,
Rotos en aquellos
cuestos.
Y mientras la
guela yos daba
Farines paquella
cena
Cantaba llena de
pena
Con sones de la
alcazaba:
Ella yera una cristiana
De los montes de Muñon,
Pariente de aquellos condes
Del castillo de Gozón.
Tenía, pues, buen linaje
Y mejor el corazón.
Yera el caprichu del padre
Yera pa él una flor.
Y yera
la voz que tenía
El canto del ruiseñor.
La desgracia vino sola
Por el río del Pontón
Con los barcos que llegaron
De aquel
moro,el muy traidor,
Que buscaba les manzanes
Pa les tartes del señor.
Cuando
llegó sigilusu
Al rabión Santumaero
Que nun dejaba pasar
Ni les truches más cimero,
Pensó que perdía el día
Sin botín como pretexto.
Cuando taba cavilando
Y casi desengañeu,
Vio cruzar medio asusteu
Una sombra
caminando.
Mandó a los sus soldados
Traela
ya, de inmediato
Pa llevala, como fuera,
De prueba pal califato:
Sabía de los caprichos
Del Alaken, el hijastro,
Por las mujeres del norte,
Las de Muñón sin recato.
Y como taba en la esquina
Un primu de la doncella,
Garraronlu pa con ella
Pa nun sentise solina.
Un nietucu
saltarín
Con les farines na
boca,
Preguntai a la so
guela
Por el nombre de
la moza.
Llamabase, la prubina,
En cristiano y por ahora
¡ay! Sonia la de Gozón,
Princesa de muncha monta:
Con
ojos de caramelo
Y los manos de cristal,
Y con la risa en los dientes,
Yera digna de mirar.
El primu que foi con ella
En el barco,por la mar,
Yera tambien
agraciéu
Como el frisnu del Cordal.
Y llamabase Josín,
De talla más que normal.
Ya en
tierra de sarracenos,
Con el calor del verano,
Según dice la leyenda,
Entraron en el palacio
Con la tristeza en los ojos
Y con la suerte en los manos:
Con el correr de los días
Que
van faciendo los años,
decíase
nes leyendes
que trajeron los soldaos
que allí dejáronlos ser,
por méritos
persobraos,
los
príncipes del amor,
modelo de enamorados.
Pasaron penalidades
Y supieron ser esclavos
Como los fuertes y bravos
Que vencen dificultades.
Supieron en el palacio
Navegar les torrenteres
Con el genio de asturianos
Y superando les penes.
Foi
él quien salvó al califa
En la oración de los jueves
Del acero de un traidor
Vendíu a los nuestros reyes.
Desde entonces fue la sombra,
Tan segura como siempre,
Que tenía que cruzar
El camino de la muerte
Pa llegar al corazón
Del príncipe berebere.
Llegó a ser el capitán
De la guardia de los siete
Que pagaban con la vida
Si por desgracia ocurriese
Lo que munchos deseaban
Por les envidies internes:
Quitar al padre del medio
Pa
poner al hijo imberbe.
Lo único que pedía,
Pa compensar
el peligro,
Era tener en sus ojos
La sombra, como testigo,
Del
amor, un clavo ardiente,
De la paz el enemigo:
Soni tenía de nombre
Y ella era el motivo
¡Ay ¡de tantas osadías
Como pedía el destino.
Y cuenta la tradición
Que Josín y Sonia fueron,
En Córdoba la lejana,
Las torres de muchos vientos
Para un amor sin palabras
En los estribos del tiempo,
Tan breve como un suspiro
Tan
suave como un recuerdo
Tan fuerte como el abrazo
Que para morir se dieron.
Están en la tumba xuntos
Por siempre ambos parejos.
Fue entonces
cuando la guela,
Casi llorando,
tapaba
El cuerpín del so
nietucu
Que ya en la fueya
soñaba
Que los barquinos
de oro
Tenían remos de
plata.