lunes, 4 de septiembre de 2017

Versos para el desayuno: Bien que sabías, Ridruejo, que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras. Es lo que pesa sobre tu nombre. 




Muertos míos de Rusia, heladas rocas
Que fortifican una tierra ajena
Bajo la vasta luz de la nevada.




- Hombre impulsivo, vocero del cesar visionario y posterior rastrojo para leyendas imperiales, lo redime esta poesía, estos versos, esta evocación: cuánta llama sin sombra, cuánto pueblo sin nombre, cuántos cristos sin cruz para dar fe de una vida ante la nada.

El alejandro magno de las batallas y sus sargentos de la plana mayor, miraron con la espalda  a estos valientes y les negaron el nombre de historia a sus hazañas. Sólo un poeta, Ridruejo, los mete en el verso y  los saca en volandas fuera de la insania.

Como siempre, cuando digo pueblo, ¿hablo de España?





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