miércoles, 6 de diciembre de 2017

Corazones con palabras para Errasti.


Pesadumbre
                                                     Lo siento, Eduardo.
Me pesa la vida y me jode la falta de humor. Me gustan los
poemas de Errasti : se cisca en todo  y su desenfado con la del quinto
que se pinta los labios para lucir el coche y sus caballos
pese a un  marido cornudo , fue un poema con el premio mayor de la risa:
edición  agotada en los mentideros de la miseria,
era un político de renombre, pésimo vendedor de churros
a la prensa y sus canoros petirrojos vestidos de azul y sudadera.

Hay, sin embargo, tiznes de ternura en los lametazos
que juntos le damos a la esquina de la sonrisa que nos busca
cuando, en el café,  el tontaina  que escucha, se ríe de los azotes
que damos a las vocales que entafarran la tostada de miel y
soledad a la que pone cara de enteradillo: sabe de nuestro amor
por los débiles de corazón que son un poema sin dedicatoria.

Escapamos,  como sea, de la vanidad. Hacemos nuestros tus colores,
amor, con la caza de  LOS DIAS, aunque no competimos: con Eduardo
y páginas de  sarcasmos-cual tabaco de pipa-,   y los sin fin de Fernando, 
melismas,  costumbre inveterada, prevaricamos el instante
con tu nombre, mi Soni, reina del corazón, para que la vida
sea un caramelo en el pirulí del arte: el consuelo para tanto
corazón desalmado  que rebusca en la vida como si hoy 
fuera el  mañana,   cuna  de un desamor, el triunfo de las virtudes 
de Mantegna, ejemplo claro del canibalismo con la sonrisa
en los labios que azota los vientos que respiramos: vámonos lejos
del paraíso terrenal, España, poso  en el cáliz de oro,
el trazo sin tinta de un pirueta  en el aire, nuestra desazón.


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