Corazones con palabras para Errasti.
Pesadumbre
                                                     Lo siento, Eduardo. 
Me pesa la vida y me jode la falta de humor. Me gustan
los 
poemas de Errasti : se cisca en todo  y su desenfado con la del quinto 
que se pinta los labios para lucir el coche y sus
caballos 
pese a un  marido
cornudo , fue un poema con el premio mayor de la risa: 
edición  agotada en
los mentideros de la miseria, 
era un político de renombre, pésimo vendedor de churros 
a la prensa y sus canoros petirrojos vestidos de azul y
sudadera. 
Hay, sin embargo, tiznes de ternura en los lametazos 
que juntos le damos a la esquina de la sonrisa que nos
busca
cuando, en el café,  el tontaina  que escucha, se ríe de los azotes
que damos a las vocales que entafarran la tostada de miel
y 
soledad a la que pone cara de enteradillo: sabe de
nuestro amor 
por los débiles de corazón que son un poema sin
dedicatoria.
Escapamos,  como
sea, de la vanidad. Hacemos nuestros tus colores,
amor, con la caza de  LOS DIAS, aunque no competimos: con Eduardo 
y páginas de  sarcasmos-cual
tabaco de pipa-,   y los sin fin de
Fernando,  
melismas, 
costumbre inveterada, prevaricamos el instante 
con tu nombre, mi Soni, reina del corazón, para que la
vida 
sea un caramelo en el pirulí del arte: el consuelo para
tanto
corazón desalmado  que
rebusca en la vida como si hoy  
fuera el 
mañana,   cuna  de un desamor, el triunfo de las virtudes  
de Mantegna, ejemplo claro del canibalismo con
la sonrisa 
en los labios que azota los vientos que respiramos:
vámonos lejos 
del paraíso terrenal, España, poso  en el cáliz de oro,
el trazo sin tinta de un pirueta  en el aire, nuestra desazón. 
 
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