Bálsamo contra los
recuerdos
Me refiero a los que te dicen y te hacen como pasos de
caracol
para hacer del tiempo la guitarra sorda
que espanta la lluvia, el sol y las palabras; una
tragedia
por la soledad ajena a los acordes sin partitura que
sonaban
en los vacíos
vigilantes de nuestra ruta, un olvido que
vivía
en los andares de la acrobática perdiz. Como las saetas
de aquellos mancos que nos hacían de cordel
cuando las promesas fueron ladridos
de nada para el sexo por todo, entonces
miro los barros que
hacen los recuerdos, y una diabólica
sonrisa me
retuerce el tiempo como un pistolero
ensañado entre el
rencor y las balas de su revólver.
Por todo ello, sin apellidos como los parias que te
pueblan
en la sequedad de tus horizontes, sin esperanza ni
convencimiento
para recordar - y sin
complemento directo-, un bálsamo
contra la
genialidad que te gusta regalar, sin fundamento,
sería, entre sonrisas y medias mentiras, - Vete a la
mierda,
corazón. Y cuando llegues, convéncete que ni zumo
rezumas por ser
fruta podrida e ya intemporal.
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