POR FIN
Unas
nubes redondas, blancas, pasan lentamente sobre el cielo azul en la lejanía. Azorin
Mejor
la muerte que vivir sin amor. ¿Será, sin el rayo,
la
torre de azul más piedra para
sobrevivir? Estrecho
lazo
de muerte para resucitar la vida y buscar el trallazo
que
pare el golpe del abrazo: dignidad para tanto nombre
que
se esconde en la estampida del beso,
nunca de rutina,
labios
ofuscados que son colores del corazón
para el alma.
Te
hablo con la sangre, en el rincón de Asturias
que
sabes displicente, donde la miseria
mastica
los sentimientos; los piensa retales y hacen
del
amor un traje raído, pana desvaída
y
sin botones, con lamparones de la desidia
en
los ojos. Son así: quienes succionan la vida
en
nuestro corazón son la envidia y su amiga,
sin
duda, la mezquindad: los de siempre.
Es
lo mismo. Allá ellos. Somos tu y yo, y
lo sabemos:
esa
fuerza corregida por el roce que revive
la
palabra, nuestro fuego, el tacto y la brisa,
la
fatiga del tiempo cuando sus pasos buscan
las
huellas de nuestros dedos. Nuestro ámbito
es
la vida y los cielos de tus ojos, sus tormentas,
esas
nubes juguetonas que nos miran hoy como
sombreaban,
en tiempos, el huerto de Melibea,
donde
los amantes se decían, como nosotros,
de
hoy para mañana … y siempre. Y miraban
al
cielo donde eran, contra el olvido, palabra
en
el tiempo, contra la muerte: por fin.
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