La España del siglo XXI tiene los mismos protagonistas que aquella España que llamaban imperial. Es la razón de estos poemas que siguen: Lazarillo, Ya les vale y En Quevedo. Es el triste resultado de modificar sin cambiar nada desde siempre en este pobre pais. Y así seguirá por la cobardía e indolencia del pueblo español, propenso siempre a echar las culpas a otros para obviar su propia responsabilidad.Escribe Reverte en su ultima novela Hombres buenos "que en la España del siglo XVIII pesaban no sólo la Iglesia, sino las tradiciones y la apatía. La sociedad misma. En un lugar donde los nobles no pagaban los impuestos, donde el trabajo se consideraba una maldición y donde daba lustre no ejercer trabajos mecánicos, la tendencia natural era la indolencia y el rechazo a cuanto pudiera cambiar las cosas".
Los mismos contenidos para esta España que sigue con las mañas de siempre: modificar alguna esencia para no cambiar lo de siempre: el reparto de la riqueza, la tolerancia y el respeto.
YA LES VALE
¡Bárbaros
de chocolate!… ¡Ya les vale!. Suaves
cual pelusa y
con ideas sin palabra, caminan a la sombra contra
la esperanza
sin
identidad. Aprovechan la penumbra y las maquetas
para
llegar a los cimientos y socavar, qué ironía, la firmeza
de la
convicción: ladrones con los dedos de millón, son liebres
tras
los podencos en la justicia de papel: ministros del señor,
visten
de armiño la codicia para succionar la sangre
de la
confianza, en bandeja de plata por amor: el voto
de la
pobreza y los hijos de la necesidad:
nosotros,
los
Pedro Rojas, hombres de viento y hambres de papel.
¡Ya
les vale y ya está bien! Vestigios de la
Historia,
ánimas
y fantasmas de almidón, golfos, nos robasteis
la
dignidad cuando un fuese y no hubo nada, campea
en canción de manada de lobos que husmean la carnaza
en
sus correrías por almas y plazas de España.
¡Ya
os vale, próceres sin condición, padres falsos
de la
patria. Sois la vergüenza con nombre por
cuatro
rubias
de nada, calderilla en pesetas que son limosnas
del
pobre de ayer, hoy y de mañana: el
tiempo que os corroe,
como
el oro, las entrañas. Pillos sin patrimonio, hijos
pródigos,
indignos hijos de España, cuánta miseria
aportáis
para vivir como dios, en la mierda de la
casta.
LAZARILLO
¡Aquel
niño! Aprendiz de español, prófugo de la inocencia y
fruto
de la maldad que engendra la miseria y
el hambre de sus amos,
recorres España , la historia y sus puntos
cardinales, las trochas
de
las mentiras fruto de la mezquindad en
el camino a la madurez.
Mi
Lázaro, Lazarillo, hurgas las entrañas de los vampiros
cuando
tras el ansia infantil, recabas su vesania, la inquina y
avaricia
como madre de sus almas: juguetes
insaciables, son
padres
del expolio, succionan en silencio la sangre, rotos
por
la pasión. Perros de presa para el
silencio que vive en la cruz
del
día sin pan sin centeno en el hielo sin amor, son hijos
del
euro sin dolor, ajenos al cinismo de la
vida y sus partos
con
plegarias de impotencia: saben de la
ropa oscura que viste
la
democracia cuando nos llega el halo de tu inocencia.
Ya ni
el calor de la cama para tanta deshonra como nos peina
cuando
nos hablan de impuestos, sonrisas y
lágrimas: flácidos
en
sus partes por tanto gozo en las sisas, pavonean sus mentiras
como
simples escuderos que limpian, cánidos, la sonrisa con
el
polvo de sus creencias: matamos a la
gente y ande yo caliente.
Nos
queda, sin embargo, tu espíritu de lucha, sin recursos que arañar,
para
sostener la dignidad. Y del ámbito en
suerte que nos
toca vivir,
son cuatro ríos y diez picachos con cuatro árboles
quienes
acogen los sorbos del cáliz que nos ofrece la rabia
por
la indecencia del Rajoy y su corte de pícaros, grajos
sin
color y familia: dráculas del dolor en la historia que se repite,
por
siempre para siempre, en el alma con tu nombre, Lázaro:
he
aquí a tus hijos, úngenos de paz y cómete, por dios, las uvas de la ira.
En Quevedo.
… y
no halle cosa en qué poner los ojos
Todo
es corrupción y belleza en las ruinas de
la
inteligencia: olisquear el proceso que
propicia el silencio
cuando
los muros pierden los dientes por la edad
y la flacidez de las encías, es regocijo de la
tiranía:
el
camino más corto para el nepotismo de la mentira,
la ruta del poder que se alimenta del
miedo y
la indiferencia. ¡Tanta anatomía para un
esqueleto
que
se muere por la acción de los deshielos
que
convoca tanta ruindad como gobierna
la
historia de este país, España, con alma de lapin.!
Sin
sombras en los campos, trillados por la necedad y
su
imaginación, el cuerpo de la miseria con el nombre
de
Caín ramonea en los brotes que son fuegos y
almas
en tiempos de Torquemada: esbirro de la piedad,
despojos
y cárcel son las cuentas de su rosario.
Siempre
fugitivos, ahogados por el aire y la palabra,
con
raíz en la impotencia que marchita los
paisajes
y sus horizontes, frontera de la nada,
hacemos
torva la mirada y en campana de cristal,
vivimos un circo de lágrimas con
carpa de cínicos
que
hacen suya la madre y maestra mía, la triste,
espaciosa
España: terracota mal cocida por el fuego
del
futuro que nace sin pasado y carece de
mañana.