martes, 26 de mayo de 2015



 En un recodo del camino, con un rayín de sol como aliento vital, esta plantina tan discreta, recatada y tímida. 




Biruéganos
                    … algunas hojas verdes le han salido.A.Machado

Con las lluvias de abril y el sol de mayo, vamos del amor a Ramoniz. Cerramos la puerta del hogar y con la flor de la acacia en la retina del corazón,  y en la punta de la sonrisa el tacto de nuestros dedos, hacemos palabras del barro que sombrea nuestro silencio. Y con las piedras que nos marcan el camino, amor,  moldeamos las esquinas  del mañana  que soñamos cuando nos queremos. Y mientras paras y miras y pones nombres a la hojas del roble que te ríe, llegamos donde esperan el cerezo en ciernes, adolescente,  y el ciruelo escondido del voraz apetito del cíclope inmisericorde. Te roban, traviesos,  la ternura del encuentro para las hijas del sol que serán las palmas de sus hojitas en ciernes. Añades, además, los muros del sonido y el silencio: en sus tornabodas, su  vida será el color de los frutos que roben a la raíz en el arcano del corazón.


 Es lo que viste cuando de regreso, asido a la tierra de la orilla, en el camino, el biruégano dejaba entrever un coral que te regalaba el color  y la esencia de la sencillez. Fueron instantes de emoción cuando nos vimos en él , habitante de la orilla donde un día, con las lluvias de abril y el sol de mayo, encontramos, corazón, la sombra de nuestro amor, la vida, en el invierno sin tiempo, cuando llega la primavera  al rincón sin nombre de aquel camín. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario