miércoles, 22 de abril de 2020




                ¡Qué pena!

                ¡Esta exuberante primavera y la vida colgada de una  ventana!
 Nada es real salvo las imágenes que  me ciegan los sentidos y de nuevo, otra vez,  me pican el alma
las palabras. Ahí las tienes, a la puerta;   y  cada mañana, con ellas,
               un manzano a dos pasos,
               centenario,
               y apenas sin nombre y un recuerdo, tal vez Pachu,
               no lo sé.
Tampoco importa. Sí que está lleno de un furor juvenil,
envidiable,
ajeno a la decadencia y sin miedo al amor
ni al dolor ni al silencio ni a la ausencia.

Es todo la flor de su juventud,
el fruto del sol y de la lluvia, un deseo infinito, un ardor
que es vida en el ocaso de un corazón.

Un ejemplo. Todas las brisas y vientos
son flores y amor,
arranques como los dedos con tu nombre y mi recuerdo.

sábado, 18 de abril de 2020


Un mundo que agoniza.

En el año 1.975 Miguel Delibes lee su discurso de recepción como académico de la lengua; el titulo del mismo es "Un mundo que agoniza" que se publicó como libro en el año 1.979. Lo traigo a colación porque en estos días de tribulación social por la pandemia que nos acecha  como mirada del diablo, nuestro bagaje cultural de entonces  sigue con las mismas ideas ancladas en la firmeza, el recuerdo y la esperanza. Y sin visos de cambiar: Miguel Delibes describía agónicamente la relación entre el hombre y el progreso criticando con vehemencia el triunfo de una técnica ajena a cualquier tipo de humanismo; y en el desarrollo de una tecnología sin humanismo, dice,  triunfa y medra el más fuerte, el más rapaz, el menos ético. Y habla de la destrucción masiva de sistemas ecológicos de forma irracional sin importar en absoluto las voces que se alzaban contra la actitud del todo vale. En aquellos tiempos no existía el sintagma "cambio climático" pero se llegó al mismo porque la naturaleza era un oscuro objeto de deseo que había que explotar hasta las últimas consecuencias.
Y así todo hasta nuestros días cuando vemos hasta dónde nos puede llevar esta locura que nos toca el vivir con el virus de la corona este que es el resultado de una trayectoria, sin duda bien planificada y perfectamente orquestada desde las cumbres intelectuales americanas. Basta con leer a Chomsky.  Pero volvamos a  M. Delibes: en aquel tiempo,  no habíamos salido de una guerra fría para, a posteriori, entrar en lo que  después se denominó la "paz congelada". Cuando escribió su discurso Delibes, aún el muro de Berlín era infranqueable para los luchadores de la libertad y los derechos sociales en los países del Este. Pero desde su derribo, el día 9 de noviembre de 1.989, aprovecharon la circunstancia los conservadores y se desató una  feroz revolución conservadora que sigue vigente, vivita y coleando; en sus entrañas llevaba una ambición sin límites para alimentar  un progreso desbocado que puso sus ojos en la explotación sin fronteras y a sangre y fuego de los recursos naturales . No suficiente con esto, llegaron los neocons americanos, cuyo credo, según J. Estefanía,  partía del pensamiento único que identificaba la democracia con el mercado: la solidaridad es subsidiaria de la eficacia y el ciudadano es un mero recurso humano. Para ellos,  el mercado es el que gobierna y el gobierno quien administra lo que dice el mercado: es el final de las ideologías; de nada sirven ya los derechos  del triple ciudadano de Marshall: el civil, el político y el social. Queda claro en esta nueva aventura que Delibes la  predijo con claridad absoluta:  se monta una sociedad con apariencia democrática con el voto como argumento pero cuyo sustrato es una vergüenza: mujeres rotas y sin recursos, desigualdades sangrantes,  el ascensor social dejó de existir para los más jóvenes... Y para colmo, podemos comprobar el poder "expoliador" que tiene la democracia, visto lo aprobado por  el Ayto. de Madrid con las viviendas sociales. Lo hicieron aquellos que también hacen suya la idea de M. Thatcher:" solo es pobre quien quiere serlo".
No me equivoco, entonces, si vuelvo con M. Delibes quien profetizó "que eran los tiempos del  hombre contra el hombre" sin escrúpulos  para la privatización de la sanidad o de la educación o de esa tercera edad que tantos sacrificios lleva sobre sus espaldas  para terminar almacenada de cualquier manera, indefensa y triste,  ante una eventualidad como esta del coronavirus. En fin, que no hay freno para estos defensores del sistema liberal a ultranza con  la plus valía como objetivo único y a quienes había que recordarles que conocemos la fábula del lobo, la zorra cada uno con sus artimañas para engañar al juez, un Ximio.

Como resumen, es normal que sintamos una impotencia cuando "las palabras, desde que tenemos memoria, no concuerdan con los hechos y los problemas se estacan  en la pura retórica", afirma  el autor vallisotano; que viene a ser la misma indefensión que traslucen las dichas por  A. González quien habla  de "la ilimitada inutilidad de todas las palabras".  Y para que nos enteremos bien, el poeta mejicano José Emilio Pacheco nos deja bien claro lo que somos en su poema "Esclavos":  "Con el sudor de los esclavos se ha hecho/y se hace este mundo. Pero nunca sabremos/quién es el verdadero capataz/ ni qué ruina futura/ estamos ayudando a levantar/con nuestro grano de arena".
Con estas urdimbres y cincuenta años después del discurso de Delibes, aquí estamos los españoles en un confinamiento sin igual y sin un intelectual, que yo sepa,  que se  comprometa con una reflexión que nos ayude a buscar un asidero donde se pueda colgar una esperanza. Entre necrófilos y necrófagos, estamos nosotros con el miedo y la inseguridad quitándonos el sueño. No es de extrañar, entonces,  que pensemos  en el arrepentimiento de nuestros pecados con miles de propósitos de la enmienda para el día siguiente de este encierro involuntario y mal aceptado. Para ayudar  a cumplir tantos propósitos de la enmienda, tantas promesas y hasta juramentos que incluyen el nunca y jamás,   pensamos que es necesaria una reflexión que de alguna manera ayude a conocernos un poco mejor para saber hasta dónde  pueden llegar el límite de nuestras fuerzas. Porque todos los que estamos vivos, por suerte,  tenemos un nombre propio que nos identifica y nos diferencia; y "porque estamos en España y porque son uno lo mismo los memos de tus amantes que el bestia de tu marido",  que diría G. de Biedma; y porque tenemos un poso común que nos hace más iguales de lo que pensamos. Por todo ello,  escribiremos a continuación unas cuantas aproximaciones por si se repite y se nos olvida que "la desaparición de ecosistemas a gran escala, la eliminación de cientos de miles de especies, la deforestación acelerada y el comercio globalizado de animales silvestres(muchos para el consumo humano) han sido señalados como motores de la multiplicación de estas infecciones entre la población":EL diario.es del 13-IV-020.
Sin ser un exégeta y para examinarnos con más rigor, abriremos una puerta hacia nuestro interior y que entre la luz necesaria para describir nuestros pecadillos como seres sociales y gregarios que somos. En primer lugar, si escribimos que el sentimiento del odio corroe el alma de los españoles, no resultara chocante porque estamos enfermos de odio, de división y de confrontación y nadie lo dice salvo algún poeta como M. Vilas. Es un odio teológico y maniqueo el nuestro,  que nos divide en buenos y malos como si fuese una categoría social, igual que en los peores tiempos del franquismo. El nuestro es odio africano, profundamente arraigado en el alma y que pasa de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Como en Sicilia pero a la española.  Este pecadillo del odio a la española emana tanto del mundo de la política como de la profunda y agobiante crisis económica que nos devora hasta los huesos; como pueblo viejo que somos, viejísimo, nos odiamos tiernamente y admiramos bastante  más  a un francés o un alemán que al vecino del quinto que todos los días nos enseña su rostro crucificado; es  una admiración estúpida pero real. Y que nos debilita enormemente como corpus social que somos. Y digan lo que digan,  los españoles no nos caemos bien pese a los efusivos besos que se reparten como agua bendita; además  andamos en permanente cabreo porque nos matamos a trabajar y no prosperamos. por ejemplo;  nuestro trabajo sirve únicamente para enriquecer a una minoría y para profundizar cada vez más en lacerantes desigualdades sociales que impiden a nuestros hijos tener más posibilidades económicas, políticas, culturales y educativas que tuvieron sus padres  ; nadie en este país, salvo ministros y banqueros, está contento. Ni los obispos que andan por libre, faltaría más. Porque  si al menos fuésemos hombres prósperos, nos tendríamos en más estima. Con otras palabras de M. Vilas:  "si ganáramos más dinero en nuestro trabajo y fuésemos un poco más ricos y si tuviéramos mejores casas, buenos  coches, mejores maridos y mejores esposas, mejores hospitales y mejores universidades, nos querríamos más. Prosperamos poco", escribe con rotundidad.
Tampoco está mal como propósito de la enmienda, si lo cumpliéramos,   recuperar algo tan viejo como las responsabilidades personales pues cada vez nos echamos más encima de las instituciones y delegamos obligaciones propias. Cuando sabemos que  por  simple apetencia de dominio,  se despoja al ciudadano del deseo de participar en la organización de la comunidad. Dicho con palabras la poetisa Blanca Llun Vidal: "escribo en la lengua con la que se tuerce la ley y con la que ahora se enjaula la democracia en España". Y si ahora digo que "el pueblo llano está enamorado de la estupidez" echaremos más leña al fuego pero es así de real y triste. ¿Le damos la razón o no  a los poetas que son "los pararrayos de la humanidad?
Porque, con la mano en el corazón, ¿ a quien importa saber cuál es el grado degeneración moral, inenarrable, de las administraciones públicas en este pobre país ? Es el más corrupto de Europa y donde la capacidad y el mérito brillan por su ausencia. Y si las administraciones públicas son la cara de España, ¿ qué rostro le ponemos a esta administración si está igual o peor que en el siglo XIX y el vuelva Vd. mañana?. Y pensar que cuando llegó la democracia creíamos,  como biempensantes que somos,  que esta nueva etapa  de la vida política española iba a terminar con esta lacra y sin embargo casi todos los gobiernos cayeron por corruptos. ¡Manda webos!
Si pasamos ahora a reflexionar sobre los principios éticos y las actitudes que rigen nuestras relaciones sociales, y después de releer el libro de A. Valcárcel que se titula "Ensayos sobre el bien y el mal", uno se pregunta en quién pensaría esta insigne filosofa a la hora de describir con tanta perfección la hipocresía y el cinismo. No es un discurso a los alemanes, desde luego, aunque lo dicho también les vendría bien. Pero como hablamos de nosotros veamos el calado social y psicológico que tiene la hipocresía en nuestra sociedad.  Para empezar, diríamos que si la envidia es uno de nuestros pecados capitales (nunca se oirá a un español hablar bien de otro español, dígase lo que se quiera a este aserto), sin embargo la hipocresía ya para el Arcipreste de Hita estaba entre esos mismos pecados. Decía que "los hipócritas fingen moralidad en vez de esforzarse por tenerla". Por eso en una sociedad que finge sin denuedo, ni la amistad, ni la lealtad, ni la fidelidad tienen cabida en sus principios si es que alguno queda, supongamos que sí. Porque quien opta por el fingimiento no lo hace "tanto por librarse de un mal como por obtener torcidamente una ventaja pues aquel al que odia no debe enterarse, aquel a quien persigue debe creerle un amigo, quien quiere destruir debe tener en él la mayor confianza para que sus fines se puedan llevar a cabo". Y para conseguirlo opta por el disfraz que sea más conveniente, sigue su intención y escoge víctima. Y para no descubrirse, opta siempre por temas de conversación tan socorridos como el tiempo o las artes, según el ambiente. Aunque lo que realmente le interesa al hipócrita, y lo oculta con suma maestría,  es el dinero y el poder, entre otros. Lo estamos viendo con los partidos políticos y sindicatos o en todos los círculos sociales donde haya algo que repartir, desde la comunidad más pequeña hasta las más altas instituciones. Como vulgarmente se dice, no hay número tres que no quiera ser número dos, y numero dos que no quiera ser el uno, aunque sea un cabestro. Si a esto añadimos que para los puestos responsables no existen la capacidad y el mérito pues calculen las consecuencias de quiénes se rodean quienes solo gustan del aroma que sale de   botafumeiro. Vale más no lo pensar.
Y con estas llegamos al final a sabiendas de que si decidimos superar las consecuencias de estos pecadillos, en el tiempo tendremos una sociedad  más fuerte, más consciente y menos manipulable. Si de nuestro arrepentimiento por esa relación de pecadillos decidimos odiarnos un poco menos, querernos un poco más y ser generosos sin límite de palabras, algún día las generaciones futuras tendrán muestras afecto entre ellas que no supongan un cuchillo en la espalda del vecino, del amigo o del conocido.

lunes, 6 de abril de 2020




RETORNO


Por casualidad, en  vísperas y la republica en el corazón,
Una gota de agua en la brisa, la sorpresa y su instante o  el sutil roce del deseo ... En aquel momento,
y tu imagen de repente colgada
de las mil imágenes  tuyas de siempre
en tus ojos con aquellas miradas que te hacen recuerdo y retorno.
Como entonces, es hoy y será mañana, todo sigue igual,
la primavera avanza:  los manzanos en flor en La Renta y los más ancianos,
de Quico,  en La Huerta, que tanto admirabas,
resisten la vejez con un furor juvenil.

¿Los álamos de la sebe? Con los brotes a punto
para beber de las brisas en los calores y siestas. Me dicen
de tu ausencia, madre, y les hablo
de tu vuelta en la memoria de los años míos de la edad tardía.
Y los pájaros que son los bolsillos del alma,
aquí siguen histéricos por el amor: el raitán, la zarriquina y les pegues,
gritonas y atrevidas (te robaron las tijeras, ¿recuerdas?).
Ellos, armónicos en sus cantos desde el amanecer, aquí
están y les repito hasta que me oigo:

"En el desierto, un recuerdo vale más que mil gotas de agua".

Y no les extraña este mensaje de hoy para mañana y  siempre.  

jueves, 2 de abril de 2020

Nueva teoría de la urbanidad
Este librin(tiene pocas páginas) sería el propio para tanto cambio social como habrá al decir de algunos que hablan más rápìdo de lo que piensan. ¡SEamos optimistas!!!!!!!!!!!!