miércoles, 16 de diciembre de 2020

 La finca "España"


En el año treinta y seis,
una fecha ya lejana,
la reunión de cuatreros,
a las tres de la mañana.
fue secreta y preparada
en tierras de Salamanca
Y cuenta la tradición
siempre parca en la palabra,
que las estrellas lucían
de las espadas colgadas.
Estaban allí reunidos
los espadones de España
que buscaban por violencia
cómo parcelar la patria
con ayuda de la iglesia
como si fuese una tarta.
Hacerla de su propiedad
por la vía de las armas,
a sangre y fuego, sin duda,
sin importar cuántos caigan,
era tema y objetivo,
era lo que allí votaban.
Y estaban todos de acuerdo
pues era lo que buscaban.
- Lo único que nos mueve
es arrancar los matojos
y cultivar la esperanza
aunque dejemos la finca
como un erial, devastada.
Para los próximos años
habrá cosecha doblada:
serán tantos fusilados
como muertos en campaña.
Así pensaban aquellos
con más barriga que panza
pues cada cual ya sabía
lo que a España le esperaba
con Franquito como Jefe
de la Junta, a Dios gracias;
que sería del Estado
por Toledo liberada.
El resto conmilitones
¡ay! mesándose las barbas,
salieron a la carrera
sin decir lo que pensaban.
El Mola con su macuto
lleno de odio y soflamas
cabizbajo se marchó
con la sangre en las palabras.
Y los otros, en silencio,
empezaron la campaña
cuando salieron de allí
intercambiando miradas
que hablaban ya de intenciones
en el tiempo maceradas:
hay que poner a los rojos
cara al sol, frente al mañana.
Y con estos ideales
por páramos y montañas
doblaron el espinazo
a quienes no comulgaban
con el Gomá y los milicos,
íntimos en la Cruzada.
Y tenían como clave
el terror, ay, que negaba
la condición españoles
a quienes no eran España
según los cánones propios
impuestos, ay, por las armas.
Así empezó el tirano,
que mentía más que habla,
a levantar propiedades
auxiliado por la pasma
y por aquellos chivatos
que se compraban por nada.
Eran viles asesinos
con los ojos en la espalda
que vendían a su madre
como se vende una vaca.
El odio de aquel Franquito
era un aire en las ventanas
que infectaba corazones
de ponzoña y con sarna.
Era el cínico mayor
con un poder que asustaba
pues firmaba las sentencias
mientras el café tomaba:
¡masones más comunistas,
con ellos y la su raza
al paredón sin remedio
como animales, al alba!.
Fueron tantos los caídos
que el resto de la manada
sólo tenía los ojos
para el hambre que asolaba
con miseria y con harapos
y con frío, las entrañas.
Y si aquello ya era poco,
los obispos les ayudaban
bajo palio, en procesión,
predicando sus "hazañas".
Y así aquellos cuatreros
de entonces en Salamanca
hicieron más que pensaron
con la guerra ya ganada:
eran reyes y virreyes
y eran los Grandes de España
y si querían ser más
con abrir la boca, basta.
Un hospital para el yerno
y para la nieta del alma,
caprichosilla la niña,
un rey vestido de espadas.
Y para su Carmencita
el Meirás y las medallas
que aquellos ayuntamientos
ateridos por la fama
enjoyan a la Collares
que con mimo atesoraba
en el palacio del Pardo
como reina allí entronada.
La joyas eran sencillas,
en diamantes recamadas,
por mérito del Franquito
alcalde mayor de España.
Y este alcalde exigía
hiperdulía sin tasa.
Era el país del silencio
y aquí solo se hablaba
de futbol y de toreros
y del culo la Polaca.
Solo se salvan los curas
las monjitas y beatas.
Con pequeños sobresaltos
y con sus altas y bajas
de ministros y de ujieres
que los turna por las faldas,
llegamos a los cincuenta
con bases americanas
que con Churchill, paladín,
le hacen un traje de pana
al Franquito y su gobierno
para ellos, barbacana.
Para nosotros un foso
de penurias y de lágrimas
que solo se secará
cuando se muera en la cama
quien a la chita callando
mentía más que robaba:
el Franquito, muy gallego,
que de nada se enteraba.
Y con ganas de vivir
y seguros de otra etapa
sin espadones en alto,
sin nudos en la garganta,
sin curas cual trabucaires
y sin miedos que nos atan
al humillante pasado
muy negra tela de araña.
En las calles, sin correas,
sin uniformes ni balas,
el pueblo humilde se hace
con las riendas tan soñadas
que con orgullo manejan
para soñar democracia.
Que se expande como un aire
limpio de odio y de rabias
a los pueblos más pequeños
con la memoria muy larga,
donde abundan los caínes
incrustados en las casas
como se incrusta el veneno
en los rincones del alma.
Como ya todos sabemos
con el Suarez y su banda,
hicimos constituyente
la convivencia letrada
que tenía como base
tantos años de añoranza,
metidos en los cuarteles
sin luz, sin paz y sin agua.
Y como todo en la vida,
y si el tren pita si anda,
tal como hacemos nosotros
cuando las pulgas atacan
como lo hace el político
si se pasa a garrapata,
en el febrerillo loco
estalló una asonada
con tiros en el congreso
y pavor en toda España.
Con el Borbón en Zarzuela
muy intimo él del Armada,
nadie sospecha ni dice
que volver a las andadas
es el sino del país
si este Borbón no lo para;
y que ejerza y demuestre
que tiene el mando en la plaza,
es lo que todos esperan
en vilo como una llama
que se consume de prisa
por el miedo y con el ansia
que a todos nos apodera
si de nuevo hablan las armas
Por fin ya todo remite
y queda en una algarada,
la chapuza cuartelera
de cuatro zafios, Zancada,
que añoran como ignorantes
el cuartel de la Montaña.
Por fin, parece que asienta
como el viento en la espadaña
sin síndrome de pistolas
en manos de cuatro carcas.
Pero no tenemos suerte,
que mala suerte no falta,
de que ahora son políticos
los que nos sacan las canas
porque roban como hacían
aquellos de Salamanca
que hicieron de este país
una finca donde campan
rábulas y especialistas
en llenar de oro sus arcas:
políticos que alimentan
con descaro y a la cara
a ladrones y Borbones
y a ministros a la carta
que son como los pollinos
que llevamos a la espalda
como aquel cuadro de Goya
de actualidad, por desgracia:
la otra historia, en silencio,
de la que ya nadie habla,
es la historia de ladrones
que se burlan, ay, de España,
prisionera entre barrotes
cual pajarillo enjaulada.
Más vale que lo dejemos
y que sigamos en racha
y con una oración
demos final a la charla.
La rezaba Blas de Otero
cuando aquí nadie rezaba
como rezan los poetas
cuando los ojos les sangran:
postraros, ay, de rodillas,
españoles sin agallas,
humildes y resignados
y dados a quijotadas.
Decid conmigo, en silencio,
sin mirarnos a la cara:
Madre y maestra mía,
triste, espaciosa España...
Y que Dios nos acompañe
si la vida nos es dada.
L A F I N C A "España"
14/Xll/2014

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