lunes, 21 de marzo de 2022

 

 

 

 

La encuentro en su habitación, sentada y con los ojos puestos en un horizonte ilimitado. Y cuando posa sus ojos en mi sonrisa, me llega sin buscarlos aquellos versos que dicen: "Pobre barquilla mía/ entre peñascos rota/ sin velas desvelada/ y entre las olas sola". No puede ser tanta fragilidad donde hubo tanta fortaleza. Entonces repasamos juntos tantos detalles que fueron vida, su alma.

 
De solitudine

¿Cuándo me traes el huerto y sus mil amores ?
Y cuando vengas, recuerda meter en el tiempo el aroma
de mis guisos de siempre, sus sabores.
 
No te olvides tampoco
de las manos con aquellos dedos que hacían en la  noche
las risas del silencio.
 
Me acuerdo, también,  de los trabajos del sol
en nuestras hambres  de verano,
con las brisas enamoradas del color del heno.
 
Tráeme alguna palabra de las vecinas, Araceli, Jesusa o
Andrés y Cándido, cuando calecen.  Están en aquella esquina
y esperan el cestín donde recogerlas.
 
Incluye los nombres de mis animales porque hacen del recuerdo
 el amor de mi vida, su compañía en esta soledad.
Y los geranios con sus florecillas, diminutas. Y el canto de
mis pájaros en marzo y al oscurecer: el raitán y los mirlos
hacían del aire una alegría y  las ganas de de vivir.
 
No estaré sola si me los dejas donde los sienta y me hablen
sin futuro de tantas palabras que hicieron conmigo
el viaje que termina en esta silla anclada en  una espera.

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