domingo, 31 de julio de 2016






Caminar por las rutas que llevan a los posos del alma es buscar una luz que ponga palabras a la  realidad que hace de nosotros un carácter y un destino, un nombre. Por algo sabemos que la literatura es el laboratorio de la vida donde las experiencias son  las marcas que hacen de los sentimientos los mil versos que necesitamos para enderezar la singladura del vivir, sin Caronte como barquero del amor. 




TORNADO
            
                                 Y no son ... los versos más tristes esta noche.

Son las  huidas que arrebujan tu corazón las que llevan tu nombre y en las letras,
la sangre de un tornado,  esa fuerza telúrica, hija de los miedos,
mucho más fuerte que la ira  del viento o sus locuras. Secuelas
suyas son la muerte de los tejados que protegen las almas desvencijadas
o los campos arrasados por el berbiquí suyo que hace un remolino
en lo íntimo del  pensar y en los pozos de tu  sentir.

Tornados o remolinos, ambos son finitud cuando llegan a la paz;
y como la tuya, su desnortada carrera será, en rotación, otra fuerza
oculta, inesperada, llena de batallas entre contrarios con restos
de sangre y lágrimas y nombres sin número que hacen tu colección.

Y como tú, tornados o remolinos  vuelven y retornan 
al agua, al fuego o al amor, avistados por las manos
del cínico  cazador que hará licor con tu sangre
y tus apellidos, cual arquero sin compasión. Serás
presa simulada sobre ascuas  blancas del fuego,
y su máscara,  que es el padre del frío y enemigo del calor.

Volverás, claro, y  serás su bella digitalizada. Repetirás
silencios y ansias de predador. Y serás la montaña rusa
 y los vértigos de quien  lea, en tus silencios, un afán de vida
o  irracionales búsquedas  de la brisa apacible que limpie
y   surque los oscuros  meandros de tu alma. 

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