sábado, 1 de julio de 2017

  Me haces vivir cuando me hablas. 



  El roble del Trobanín.
                              Contigo muere el fuego alojado en el frío.
                                                                                                                              Angel Garcia López.


Me traspiras el tiempo y los recuerdos;  hacia el pasado, esas cientos  y miles de palabras que son tus hojas, de siempre,  nos dicen que estas ahí. Y solo con verte,
me das nombres o un vocabulario y la ocasión para  airear los sentimientos, las sinrazones
y una obligación: el receso  para el encuentro, como un reposar las almas y sus avisperos
y dialoguen entre sí. Y tú, mientras, sacas vida de los crestones en caliza
donde tus raíces domestican los entresijos de su corazón. En silencio y dueño del tiempo,
tus brazos,  contra el frio y las tormentas, hacen de ti mi roble anclado
a la última forma de amar,  el recuerdo  timbrado por el color y esa piel de verbos, rugosa,
donde anidan los infinitos débiles que pueblan tu corazón.

Y el mío.
Y mañana.
Y siempre: hasta que alguien, no me preguntes, tampoco importa,
sea descanso y te hable de tus habitantes y sus habitados y los infinitos
dedos del tacto que justifiquen la admiración  por el cuerpo
que te da forma  cuando haces de tu aire un  redil
donde  cobijamos las hambres de futuro a las que acechan
en el presente, los lobos y sus guturales gargantas de almidón.          

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