lunes, 27 de noviembre de 2017

Si limpio más, no quedan ni los huesos de tus recuerdos.



Rastrear.
Rastreo tu nombre en mis recuerdos, 
sin tiempo y sañudo de palabras.
Hago, contigo, un revoltijo de imágenes
y ninguna hace señal que te recuerde
como barridas por la nada. No me extraña.
El junco, sin la tormenta, es una idea
únicamente vestida por su soledad.
Ajeno, además, a tus palabras, tan inoídas
que vives sin percibir el libérrimo canto
de la lombriz; y con el cielo como asesino
de tus tonterías, rebusco, sin afán,
las entradas de tus silencios, y apenas habla
un vacío como los ecos de un corazón.
Por eso te escribo. Porque hilaba con tus cabellos
la luz que me sirve este día de noviembre, sin fecha,
para romper el espejo de tu figura, desvaída y distante,
empobrecida por el uso de un cuerpo quemado por las sombras
que dejaron el nombre donde todo es el morir, los pasos en el mar.

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