miércoles, 13 de diciembre de 2017






Maternidad: las ciento cuatro y mil raíces de la vida.




¡Niños! Almas del alma y ansias asidas al credo de la palabra: la nieve
y las yemas de sus dedos como árbol con la esperanza del rayo que arde
en las risas de sus ojos y en la esperanza de  su infinitud, el instante.
Son tus niños. La magia del amor asida a las raicillas que embridan el tiempo con el silencio
y el recuerdo contra el olvido: hijas de la mano amorosa y las tiernas
miradas que hacen formas de las ideas, acumulan sabores con el agua
y con esta nieve, al día de la fecha, por noviembre, en Carraluz,  abren a la tierra
el apetito de una maternidad. Aunque por tu mano duermen en el riego
su intimidad,  la esperanza de trascender hacen de tu persona, como
estas hijas de la tierra, tus cebolletas, los milagros del credo y la confianza:    
cuando llegan a tu sabor o son lágrimas en tus ojos de ilusión, hacen de tu corazón
los planetas de la oscuridad;  cada una de las ciento cuatro y sus mil raíces de la vida, 
hijas del tacto que te habita, cada lluvia que brota en busca de la luz en el centro
de su corazón, es un clamor. Te llaman para que participes de ellas en cada una
de sus argucias para sobrevivir; para que seas la fuerza que las embriaga cuando
sueñan, como tú, con el aceite derramado en el verde del sabor y el color.
Aman tus dificultades y te prestan  las venas  para tu resurrección. Sustraen
al invierno  todas las formas y ventiscas que sirvan para afianzar
las tormentas de tu alma al lienzo acristalado como miel; para que sean  el trazo
demoledor del cansancios o las asperezas del vivir; para que hagas de tu
mano  la nieve donde ellas beben las palabras asidas a la maestría de las ciento
cuatro y mil raíces de la vida que tienes en Carraluz, donde el amor es una revuelta
en el camino, la forja en tus colores y palabras con el fuego de tu pasión.


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