viernes, 12 de agosto de 2016

 Este país, España, como entonces, es un lugar atrapado en un tiempo primitivo. Sin remisión posible.




En Quevedo.



          … y no halle cosa en qué poner los ojos


Todo es corrupción y belleza en las ruinas de
la inteligencia: olisquear  el proceso que propicia el silencio
cuando los muros pierden los dientes por la edad
 y la flacidez de las encías, es regocijo de la tiranía:
el camino más corto para el nepotismo de la mentira,
 la ruta del poder que se alimenta del miedo  y
 la indiferencia. ¡Tanta anatomía para un esqueleto
que se muere por la acción de los deshielos
que convoca tanta ruindad  como gobierna
la historia de este país, España, con alma de lapin.!

Sin sombras en los campos, trillados por la necedad y
su imaginación, el cuerpo de la miseria con el nombre
de Caín ramonea en los brotes que son fuegos y
almas en tiempos de Torquemada: esbirro de la piedad,
despojos y cárcel  son las cuentas de su rosario.

Siempre fugitivos, ahogados por el aire y la palabra,
con raíz en la impotencia que marchita  los
paisajes y sus horizontes, frontera de la nada,
hacemos torva la mirada y en campana de cristal,
vivimos  un circo de lágrimas  con  carpa de cínicos
que hacen suya la madre y maestra mía, la triste,
espaciosa España: terracota mal cocida por el fuego

del futuro que nace sin pasado  y carece de mañana. 

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